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El fin del #Alzheimer empieza con sus nietos

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Fuente: Mujerhoy.com | 08 jun 2013 Mujer hoy – Marisol Guisasola
Al fondo, el equipo de profesionales del proyecto de la Fundación Cita.alzheimer junto a uno de los voluntarios que participan en el estudio, en primer plano. (Foto: F. de las Heras).

Al fondo, el equipo de profesionales del proyecto de la Fundación Cita.alzheimer junto a uno de los voluntarios que participan en el estudio, en primer plano. (Foto: F. de las Heras).

Miren, abuela de Idoia, murió víctima del Alzheimer, con 86 años. “Fueron cinco años de calvario, tanto por el drama de ver cómo toda la familia desaparecíamos de su memoria, como por el precio que se cobró la enfermedad en mi madre, que cuidó de ella hasta el agotamiento –explica Idoia, de 39 años–. Por eso, en cuanto nos hablaron del proyecto de la Fundación CITA.alzheimer, no lo pensamos dos veces y nos inscribimos como voluntarias”. “Sabemos que no se conocen bien las causas de la enfermedad y que los médicos tienen poco que ofrecer a las personas con alzhéimer –interrumpe Inés, madre de Idoia–. Por eso, tenemos que arrimar el hombro para que los investigadores puedan identificar los procesos que conducen a la enfermedad y desarrollen métodos para frenar su avance. Pensar que mi hija y mis nietos puedan desaparecer de mi recuerdo es insoportable”.

Un total de 416 personas se han sumado al proyecto de investigación que se lleva a cabo en Guipúzcoa, considerado como el mayor del mundo en su género y con la edad media más joven de voluntarios (57,8 años). La mitad tienen antecedentes familiares de la enfermedad; la otra mitad, no. Es el caso de Valentín Bueno, que lleva en el estudio desde 2011 y sin desfallecer, “porque es una batalla contra una enfermedad que separa a las personas de sus emociones, de sus recuerdos, de la propia vida”.

“Muchos investigadores internacionales nos han confesado su admiración por el número de voluntarios que ha conseguido reunir el proyecto y la edad media tan baja de los mismos, un requisito esencial para identificar los procesos que conducen a la enfermedad”, señala Gurutz Linazasoro, director científico de la Fundación CITA.alzheimer. “Nuestro objetivo es identificar la enfermedad antes de que aparezcan los primeros síntomas, o en fases muy iniciales, a través de biomarcadores concretos”, añade el doctor Pablo Martínez Lage, director del Área de Neurología, que comparte la dirección del proyecto con el dr. Linazasoro, la dra. Montserrat Clerigué y el dr. Ernesto Sanz Arigita. “Se sabe que los cambios fisiológicos que caracterizan al alzhéimer [depósitos de placa amiloide y ovillos neurofibrilares que hacen que las neuronas pierdan capacidad para comunicarse entre ellas y que, finalmente mueran] comienzan muchos años antes de la aparición de los síntomas y preceden a la pérdida de memoria en más de 20 años. Estos 20 años son una ventana de oportunidad para aplicar terapias preventivas, incluso curativas. Nuestro trabajo se centra justamente en eso: averiguar si, actuando preventivamente –con vacunas, fármacos, nutrientes específicos y/o ciertas medidas del estilo de vida– antes de que aparezcan esos síntomas, podemos detener el avance de la enfermedad”, añade Martínez Lage.

El reto del siglo XXI

“Nos ha conmovido la respuesta de la gente –puntualiza la dra. Clerigué–, sobre todo porque el proyecto exige incluso la donación de muestras biológicas, como la extracción de líquido cefalorraquídeo, que requiere una punción lumbar. ¡El 60% de los voluntarios ha permitido que se les realice esta prueba! Es una muestra de generosidad que nos emociona. Gracias a ellos, disponemos de una plataforma de investigación que estamos poniendo a disposición de la comunidad científica mundial. De hecho, tenemos programas de colaboración con investigadores de Pensilvania, Montreal y Ámsterdam”.

Considerado como el gran reto de la medicina del siglo XXI, se calcula que más de 24 millones de personas en el mundo y entre medio millón y 1,3 millones en nuestro país padecen Alzheimer. “Si bien el envejecimiento no es su causa, sí es el principal factor de riesgo: una de cada 10 personas mayores de 65 años sufre Alzheimer. Los costes de la enfermedad, principal causa de demencia, son descomunales, tanto en sufrimiento moral y desgaste físico para familias y cuidadores como en gasto sanitario”, aclara el experto. Se calcula que el 60% de todas las personas con dependencia en España sufren esta enfermedad, que tiene un coste de unos 30.000 € anuales por persona. “Solo si consiguiéramos un modesto retraso de cinco años en las manifestaciones de los síntomas, el ahorro sanitario sería enorme”, aclara el doctor Ernesto Sanz Arigita, director del Área de Neuroimagen.

“Los voluntarios nos sometemos a una batería de pruebas a lo largo de dos jornadas –explica Idoia–. En la primera, rellenamos cuestionarios sobre nuestro estilo de vida y antecedentes familiares, realizamos tests de memoria, lenguaje, orientación, nos hacen pruebas neurológicas, nos extraen muestras de sangre… El segundo día nos hacen un estudio de neuroimagen con un equipo de resonancia magnética superavanzado, que permite observar la actividad del cerebro en vivo y ver la estructura y las conexiones entre sus diferentes partes. ¡Me parece increíble, porque antes esas cosas eran imposibles de ver sin abrir el cerebro!”.

“Al final, los datos reunidos compondrán una imagen que nos permitirá ver los cambios que tienen lugar en los voluntarios a lo largo del tiempo y añadirlos a los datos obtenidos por otros investigadores en el mundo. Todos ellos completarán un puzle que nos ayudará a desentrañar las claves del Alzheimer, para acabar derrotándolo”, resume el dr. Sanz Arigita.

Cauto optimismo

Si bien todo esto suena esperanzador, la gran pregunta es hasta qué punto es posible prevenir o frenar la enfermedad, hoy y ahora, con los avances disponibles, como las vacunas de las que tanto se habla. “Hay que aclarar que el concepto de vacuna en el Alzheimer es diferente al de vacuna tradicional”, explica el dr. Martínez Lage. En su opinión, se trataría de una terapia capaz de bloquear el depósito de proteína amiloide en las neuronas, impidiendo así la muerte neuronal. “Las que están en estudio (unas cinco) son a base de anticuerpos contra componentes de esa proteína –explica–. Todas han mostrado cierta eficacia, sobre todo si se administran en fases muy tempranas. El problema es que, en los ensayos en marcha, los pacientes ya tienen síntomas leves y esto podría disminuir la eficacia. Aquí es donde radica el optimismo de nuestro proyecto: si finalmente somos capaces de identificar el Alzheimer cinco, 10 o 15 años antes de que la memoria comience a fallar, es probable que esas vacunas resulten muy eficaces”.

Por su parte, el doctor Linazasoro reconoce que hay que ser cautos y no despertar falsas esperanzas, “como ha ocurrido hace poco con el anuncio de una vacuna que se presentaba como “prometedora” a pesar de los exiguos y muy preliminares datos en los que se apoyaba. Estas cosas hacen mucho daño a los pacientes, a sus familiares y a la comunidad científica”, concluye. “Las personas con antecedentes familiares de Alzheimer somos muy sensibles a esas noticias –confiesa Inés–. Aunque los neurólogos nos han explicado a mi hija y a mí que tener algún antecedente aislado aumenta muy poco el riesgo de desarrollar la enfermedad, estamos siempre muy atentas. Otra cosa es la modalidad hereditaria, que es casi una sentencia: sabes que antes o después acabarás teniéndola”.

¿Caprichos del destino?

La dra. Montserrat Clerigué interviene para aclarar que “el Alzheimer hereditario es una forma muy rara y agresiva de la enfermedad, en la que los síntomas aparecen a edades muy tempranas, generalmente hacia los 40 años”. La doctora explica que “quienes heredan esa mutación genética desarrollan la enfermedad. Es muy conocido el caso de un grupo de pacientes con Alzheimer hereditario en Colombia, que está siendo objeto de un ensayo clínico. Si los resultados de ese estudio se reproducen en las formas no hereditarias del mal de Alzheimer, dispondremos de datos muy, muy interesantes. Es posible que, con el tiempo, la ciencia identifique más tipos diferentes de Alzheimer, como está sucediendo en el cáncer o en el Parkinson, que requieran tratamientos específicos”.

¿Y qué pasa con el estilo de vida, la dieta, los antioxidantes, el té verde, el vino tinto… todas esas cosas que se anuncian como capaces de reducir el riesgo de desarrollar la enfermedad?, se preguntan muchos pacientes. “Hoy sabemos el valor de lo que se conoce como epigenética: la influencia del entorno en la expresión de los genes heredados”, aclara el dr. Linazasoro. “Dicho de otro modo, lo que comemos, el ejercicio que hacemos, el estrés, la contaminación… y un largo etcétera de factores que todavía desconocemos afecta a la expresión de nuestros genes. Es decir, podemos tener ciertos genes que nos predisponen al Alzheimer, pero también podemos potenciar o silenciar la expresión de esos genes dependiendo de factores del entorno y de nuestras decisiones al respecto”.

En este sentido, continúa explicando el doctor, se ha comprobado que las personas que siguen una dieta mediterránea (rica en frutas, verduras, pescados azules, frutos secos, ciertas especias y grasas saludables…), hacen ejercicio moderado a diario, vigilan el riesgo cardiovascular, tienen extensas relaciones sociales y una rica vida intelectual reducen la producción de proteína amiloide y el riesgo de Alzheimer. “Como en la mayoría de enfermedades, no somos solo capricho del destino. Queda margen para la actuación”, recalca.

Mirando al futuro

Antes de despedirnos, el dr. Linazasoro quiere terminar con un epílogo, “a modo de deseo fundamentado”, aclara. Es este: 3 de mayo de 2025. Iker, hijo de Ainhoa, nieto de Inés y bisnieto de Miren, cumple 25 años y acude a la consulta de su neurólogo a recoger los resultados de su chequeo anual. En plenas facultades físicas y mentales, su memoria es la envidia de todos. Su neuróloga le recibe amablemente y le informa de los resultados sin escatimar explicaciones. Le dice que le han detectado niveles elevados de proteína amiloide, lo que hace vaticinar que tendrá la enfermedad de Alzheimer para cuando cumpla 78 años. En consecuencia, le aconseja un tratamiento preventivo con una vacuna que ha demostrado alta eficacia y que tiene escaso riesgo de efectos adversos. 


Fases del Alzheime
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Durante la fase preclínica de la enfermedad, los pacientes no tienen síntomas, aunque tienen lugar cambios patológicos en su cerebro. Así, se producen depósitos anómalos de proteína beta-amiloide y ovillos neurofibrilares, y las neuronas empiezan a funcionar menos eficazmente. Con el tiempo, las neuronas pierden capacidad para funcionar y comunicarse entre sí y, finalmente, mueren. A continuación, el daño se extiende al hipocampo, esencial en la formación de la memoria. A medida que mueren más neuronas, las regiones cerebrales afectadas reducen su tamaño. En el estadío final, el tejido cerebral se ha reducido significativamente.